El principal rol de los equipos directivos y de la comunidad docente de una Facultad de Medicina es velar por la calidad del proceso formativo de sus estudiantes. Lo reflexionaba el recordado y admirado Eduardo Rosselot en su editorial “Calidad y Profesionalismo en la Docencia de la Salud”, en uno de los primeros números de esta revista, el año 2004.
Se colige de sus palabras la necesidad de avanzar hacia una profesionalización del proceso formativo, favoreciendo el desarrollo integral y completo del/la joven durante su tránsito por una institución de formación en salud, amalgamando pensamiento crítico, conocimientos disciplinarios e incorporando conceptos fundamentales relacionados con el respeto y cuidado de la dignidad de su futuro paciente.
Sobre el particular sin duda se ha avanzado en las últimas décadas; ejemplos de ello son i) la implementación de oficinas o departamentos orientados a la educación en salud, ii) los crecientes requisitos de acreditación de las facultades que imparten carreras de la salud, las que contemplan políticas, estrategias y acciones concretas relacionadas con el proceso formativo, iii) los procesos más o menos continuos de ajuste curricular, iv) los avances significativos en la generación de unidades de bioética clínica y de investigación en seres humanos y animales, v) la incorporación de nuevas tecnologías de simulación y digitales para el proceso enseñanza-aprendizaje, vi) la incorporación reciente de diversas iniciativas para abordar la equidad de género, inclusión, y sustentabilidad como parte integral del proceso formativo, por nombrar solo algunos de los avances más significativos.
La profesionalización de nuestras plantas académicas para optimizar la formación de las nuevas generaciones de estudiantes es una responsabilidad ineludible para nuestras instituciones. Ello nos exige rigurosidad, planificación, seguimiento y capacidad de evaluación, así como flexibilidad para adaptarnos con la prontitud necesaria a las cambiantes realidades propias de nuestros tiempos. Si bien hemos avanzado en lo descrito, aún queda mucho por hacer.
La diversidad en conocimientos y capacidades de racionalización y reflexión con que ingresan nuestros estudiantes hoy -fruto de diversos factores, incluyendo la pandemia- nos exige desarrollar mecanismos innovadores de nivelación previa y durante el primer ciclo, iniciativas y estrategias que permitan vislumbrar un avance relativamente armónico de una mayoría de estudiantes en su transcurso académico. En los ciclos intermedios debemos avanzar, con nuevas metodologías y oportunidades formativas que den mayores opciones a nuestros estudiantes, hacia una articulación efectiva y dinámica entre el pre y posgrado, con amplias oportunidades de desarrollo profesional y académico. Asimismo, en los ciclos clínicos y especialmente preclínicos, debemos avanzar sustantivamente en amalgamar la relación asistencial-docente, asegurando la participación virtuosa de los centros clínicos primarios a terciarios en el proceso formativo.
En ese contexto y bajo esos desafíos, es perentorio acordar con las autoridades de salud de todos los niveles, que la asistencia y la docencia/formación son inseparables y que la falta de una afectará en forma invariable y grave, a la otra. En el proceso formativo se requiere no solo de un acceso amplio y debidamente regulado a los centros clínicos, sino que de un fuerte impulso a la participación acompañada y monitoreada por las facultades, por los profesionales adscritos a dichos centros de salud. Esta participación debe ser debidamente reconocida por las universidades. Se trata de una labor clave y debe ser estimulante para quien la realiza.
Los desafíos son por ello sustantivos y requieren esfuerzos permanentes al interior de nuestras instituciones para avanzar en la profesionalización y acompañamiento del proceso docente. No basta simplemente con ser un buen profesional y “enseñar el oficio”: además hay que aprender a ser un buen docente y a desarrollar un proceso formativo que cumpla con un alto estándar.
A lo largo de sus 60 años, ASOFAMECH ha jugado un rol importante en integrar al creciente número de facultades de Medicina. Hoy se registran 23 facultades afiliadas. Tal como lo relató el Dr. Emilio Roessler, presidente de la Academia de Medicina en la conmemoración de su aniversario número 60, la revista Educación en Ciencias de la Salud ha jugado un rol particularmente importante, constituyéndose en una de las pocas en el continente que reúne pensamiento y generación de nuevo conocimiento para nutrir a la comunidad llamada a modernizar los procesos formativos de los futuros profesionales de la salud. Más lenta ha sido la integración de las distintas facultades en la búsqueda de acuerdos en torno a estándares de calidad y otras problemáticas comunes relacionadas con la formación de pregrado, así como en el acceso sistemático a los campos clínicos, dada la problemática señalada en párrafos anteriores. Hay espacio para seguir avanzando, pues ambos aspectos son fundamentales para el futuro de la educación en salud en Chile.
Miguel O’Ryan G Decano
Facultad de Medicina Universidad de Chile
EDITORIAL
Rev Educ Cienc Salud. 2023
Educación