Revista de Educación en Ciencias de la Salud

La evaluación formativa del proceso de enseñanza-aprendizaje en la educación superior


Revisiones Bibliográficas


Viviana Blanco C.*a

RESUMEN

Diversos autores e investigaciones hacen referencia a la importancia de la evaluación en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, ésta suele ser utilizada como medición de resultados al final, sin dar cuenta del cumplimento de los objetivos de aprendizaje o con poca coherencia. Es por ello, que este artículo consistió en la revisión bibliográfica de una diversidad de documentos extraídos a través de la base de datos WOS (Web Of Science). El objetivo fue profundizar en algunos aspectos que potencien la implementación de la evaluación formativa en las aulas universitarias. En relación a ello, se hizo referencia a este concepto en el contexto antes señalado, en su importancia, algunos enfoques, orientaciones y, finalmente, sugerencias de cómo aplicar esta práctica en la docencia universitaria. Se concluyó que la utilización de estas herramientas es de suma trascendencia, pudiéndose, a través de ellas, mejorar las intervenciones de los/as docentes, para obtener los resultados que hoy en día requiere y demanda la sociedad, centrando los esfuerzos en los estudiantes y buscando continuamente la mejora de sus aprendizajes, con el fin de que egresen con éxito de las aulas universitarias.

Palabras clave:  Evaluación educativa, Método de enseñanza.

SUMMARY

Formative assessment of the teaching-learning process in higher education.

Several authors and researches refer to the importance of assessment in the process of teaching and learning. However, it is often used as a measure of results at the end, without reporting on the achievement of learning objectives, or with little coherence. For this reason, this article consisted of a bibliographic review of a variety of documents extracted through the WOS (Web Of Science) database. The objective was to study in depth some aspects that would strengthen the implementation of the formative assessment in the university classrooms. In relation to this, reference was made to this concept in the aforementioned context, in its importance, some approaches, orientations and suggestions on how to apply this practice in university teaching. It was concluded that the use of these tools is of the utmost importance, enabling them to improve the interventions of teachers, obtaining the results that society requires and demands today, focusing efforts on students and continually seeking to improve their learning, so that they can successfully graduate from university classrooms.

Keywords: Educational assessment, Teaching method.

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo es una revisión bibliográfica basada en diversos artículos relacionados con la evaluación formativa en los procesos de enseñanza-aprendizaje en el ámbito de la Educación Superior. La totalidad de los documentos seleccionados fueron extraídos de la base de datos WOS (Web of Science), por considerarse un buscador de alta calidad.

La información se ha organizado de tal manera que da cuenta, en primera instancia, del concepto de evaluación y evaluación formativa; posteriormente, de la importancia de las mismas, algunos enfoques orientadores y, finalmente, en cómo se puede o debe llevar a cabo este proceso.

Lo anterior, debido a la importancia de contar con diferentes herramientas que permitan a los docentes utilizar la evaluación formativa en sus clases, con el fin de poder favorecer la internalización de contenidos teóricos y prácticos en sus educandos.

Sobre el concepto de evaluación en el proceso de enseñanza aprendizaje:

La evaluación para el proceso de enseñanza-aprendizaje considera la relación entre los intereses que se establecen en un curso y los frutos manifestados por los estudiantes, a partir de la realización de las actividades propuestas por el docente. Es decir, ambos conceptos (evaluación y aprendizaje) están en una cercana correlación; debido a ello, no se debe hablar de estos dos procesos por separado, ya que el segundo es el objeto de estudio del primero1.

Considerando lo anterior, Black y Wiliam2 profundizan en el concepto de evaluación formativa; que es, según ellos, la que debiese ser de mayor relevancia en el proceso enseñanza-aprendizaje, indicando que “la práctica en una clase es formativa en la medida en que la evidencia acerca de los logros de los estudiantes es obtenida, interpretada y usada por docentes, aprendices o sus pares para tomar decisiones acerca de sus próximos pasos en la instrucción que tengan probabilidades de ser mejores, o mejor fundadas, que las decisiones que ellos hubieran tomado en la ausencia de la evidencia que fue obtenida”.

Desde el enfoque anterior2, la evaluación formativa enfatiza y regula el proceso de aprendizaje de modo más efectivo. Si bien resulta algo incierta su formulación, esta definición se puede aplicar en contextos educativos en términos de cinco estrategias claves:

  1. Clarificar, compartir y comprender las metas de aprendizaje y los criterios de logro.
  2. Diseñar discusiones de clase efectivas, preguntas y tareas que permitan obtener evidencias acerca del aprendizaje.
  3. Proveer retroalimentación que permita a los alumnos avanzar.
  4. Promover a los estudiantes como recursos de enseñanza para otros alumnos.
  5. Promover a los educandos como los dueños de su propio aprendizaje3.

Lo anterior, puede ayudar a los docentes a implicarse con las problemáticas más amplias de la psicología, el curriculum y la pedagogía.

Sobre la importancia de la Evaluación y qué evaluar:

La investigación evaluativa es relevante en la actividad investigadora en todos los ámbitos científicos, especialmente en aquellos vinculados con las políticas sociales y la educación4. Lo anterior toma vigor en el siglo XX, en gran manera, como respuesta a la necesidad de analizar, valorar y mejorar las políticas, acciones, planes, programas, instituciones y sistemas en las que se apoyan las sociedades modernas, con el fin de asegurar un desarrollo sostenible y mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos5. Por lo dicho, al aumentar la demanda por una evaluación más rigurosa, el impacto de la participación crece, por lo que se necesita certificar que la academia esté informada de cómo hacerlo6, ya que no debe limitarse a describir los problemas, sino que debe comenzar a dar soluciones7.

En concordancia, los retos que los sistemas educativos tienen que afrontar ante los requerimientos del mundo globalizado y pluralista del siglo XXI, han potenciado fuertes reformas educativas en los últimos veinte años, las que han incluido una reconceptualización de los procesos aprendizaje-enseñanza-evaluación, que han llevado a la reestructuración de la currícula en todos los niveles de formación, desde el ámbito preescolar hasta la educación superior8.

Desde lo expuesto, la evaluación se constituye en una herramienta que permite: certificar al sujeto profesional que se está graduando, dar autorregulación, fortalecer y corregir los programas formativos y confirmar los valores, estándares y responsabilidad que se tiene ante la sociedad1. Por ende, no corresponde únicamente a la valoración final del proceso. No debe pretenderse simplemente aprobar o reprobar a un/una estudiante, la retroalimentación pertinente puede propiciar, además, la mejora continua. Es verdad que la función vinculada con la certificación es muy valiosa dentro del contexto educativo, sin embargo, la evaluación de los aprendizajes conlleva otras funciones importantes que se deben tener en cuenta. Una de ellas, como se ha venido citando, es su función formativa; es decir, aquella que entregue información para mejorar el desempeño estudiantil9.

Es entonces que, a partir de lo discutido hasta ahora, se puede señalar que es necesario evaluar para certificar la aprobación de un curso, pero sobre todo para promover la metacognición y proveer información oportuna que permita la mejora constante del desempeño de alumnos y alumnas, lo que es igualmente útil para el personal docente, ya que permite analizar la pertinencia de las acciones educativas realizadas en el curso9.

Como fundamento de lo planteado, es necesario señalar que en diversos estudios se concluye que los ambientes de aprendizaje han sido destacados como objetivos claves para evaluar los programas educativos. Existe consenso entre los educadores respecto a que los efectos del entorno educativo son determinantes importantes de las actitudes, conocimientos, habilidades, progresión y conducta de los estudiantes; por ejemplo, en las carreras de medicina10-12. Asimismo, existe evidencia de que los sistemas de evaluación que emplea el docente son decisivos en el modo en el que el alumnado aprende y estudia, teniendo una gran influencia en el contenido que se enseña y en cómo se enseña13,14.

Defendiendo la misma postura, una revisión de literatura sobre la evaluación del aprendizaje en el aula en la bibliografía en inglés y francés, concluye que hoy se espera que las escuelas hagan que todos los alumnos alcancen los niveles de competencia necesarios para vivir en la sociedad del conocimiento, siendo importante reflexionar sobre las formas apropiadas para evaluar el aprendizaje en este nuevo contexto15. Asimismo, los resultados de un estudio realizado en España, con el objetivo de analizar la influencia de la aplicación de sistemas de evaluación formativa en docencia universitaria asociada a rendimiento académico, obtuvo como resultados que la utilización de éstos influye positivamente en la mejora del rendimiento académico del alumnado, especialmente en lo referente a un elevado porcentaje de “aptos” y un bajo número de abandonos (“no presentados”). Por otra parte, comparando el rendimiento académico en función de la vía de aprendizaje y evaluación elegida, los datos parecen mostrar un rendimiento académico notablemente más alto en las vías continua y mixta que en relación a la vía examen final16.

Por consiguiente, a su vez, es necesario destacar que resulta esperable que docentes altamente satisfechos posean un mejor desempeño dentro de los cursos en los que participan, situación que podría traducirse en un impacto positivo. Es también razonable pensar que estos docentes podrían reportar mayores niveles de compromiso institucional y disciplinar, evaluando sus asignaturas e incursionando en variedad de actividades académicas adicionales a la docencia, como la investigación17.

En resumen, la evaluación contribuye al aprendizaje cuando tiene lugar durante el proceso de enseñar y aprender; es realizada por docentes, pares y estudiantes que pretenden reflexionar, tomar decisiones y responder a la información y evidencias recogidas, con el propósito de mejorar la enseñanza y el aprendizaje, y comprometer a los educandos en su desarrollo futuro18. Se le debe concebir, por ende, como una acción crítica; que no distinga entre actividades de aprendizaje y actividades de evaluación, integrada con tareas auténticas, orientada al aprendizaje autónomo y autorregulado. Este proceso debe estar guiado hacia la comprensión, que contribuya a la autonomía de los alumnos y alumnas, a su desarrollo personal, moral, académico y social; es decir, que se caracterice por ser holística, democrática, ética e ideológica15. En definitiva, que centre la atención en los educandos, con el foco de privilegiar sus resultados, teniendo en cuenta el impacto afectivo que generan.

Enfoques orientadores:

Como se señaló anteriormente, la última parte del siglo XX, América Latina fue testigo de un proceso de reflexión en torno de la calidad en la educación superior, en el cual se hizo hincapié en la necesidad de evaluar los procesos institucionales, así como de la acreditación de carreras siguiendo el modelo de Norteamérica y Europa, lo que emerge a raíz de profundas demandas sociales19.

En el mismo sentido, Paulo Freire20 había planteado con anterioridad que el acto de estudio, tales como el acto de la enseñanza y el aprendizaje, está diseñado como un acto cultural y ético-político, mucho más que como un simple acto educativo estrictamente académico, o un instrumento privilegiado de preparación para los exámenes. Incluye además, e igualmente importante, a los profesores y sus estudiantes en el diálogo, el estudio de la realidad y, cada uno a su manera y de acuerdo a sus experiencias anteriores, la búsqueda de cumplir con su vocación de «saber más» y «ser más», ya que uno y el otro son considerados seres históricos, finitos, sin terminar, en un proceso permanente de consulta”.

Es así como, desde un modelo basado en la construcción del conocimiento activo y reflexivo del alumnado, se deben ampliar los ámbitos y dimensiones de la evaluación a las habilidades intelectuales relacionadas con la comprensión, la aplicación y el razonamiento (comparación, relación de ideas, argumentación, proposición, contrastación, la reconstrucción del sentido y el significado a partir de la información). Por ende, se debe integrar la valoración de habilidades complejas de resolución de problemas nuevos, junto a la creación y producción de conocimiento y la inclusión de destrezas sociales relacionadas con el trabajo en equipo, la colaboración, la empatía, entre otras14.

Bajo este contexto, se puede clasificar a la evaluación según el paradigma pedagógico que lo sustenta en: perspectivas conductistas (enfoques tecnológico y academicista principalmente) y en el aprendizaje constructivista (enfoque cognoscitivo). En una concepción constructivista, interesa que el estudiante relacione los nuevos conocimientos con procesos cognitivos anteriores. Por lo tanto, el proceso evaluativo del aprendizaje enfatiza los roles diagnósticos y formativos, dándole una menor importancia a lo sumativo, entendido sólo como certificación de logros o resultados21, centrándose en la dimensión metacognitiva del aprendizaje. Debe considerar las estrategias que el estudiante utiliza para aprender y la forma de procesamiento de la información. De allí, se desprende que la evaluación tiene que usar modelos que se preocupen de cómo el estudiante aprende, por lo que es necesario sustituir viejos constructos por ideas emergentes22.

La United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization23, señala que “los nuevos métodos pedagógicos también deben suponer nuevos materiales didácticos. Estos deben estar asociados a nuevos métodos de examen, que pongan a prueba no sólo la memoria, sino también, las facultades de comprensión, la aptitud para las labores prácticas y la creatividad”. En otro punto señala que “las instituciones de educación superior deben establecer mecanismos coherentes de reconocimiento de los resultados del aprendizaje efectuado en diferentes contextos”.

Por ende, crece la necesidad de diseñar y validar modelos evaluativos que incorporen instrumentos, situaciones y procedimientos evaluativos innovadores y que sean congruentes con el diseño curricular y didáctica de las carreras, para contribuir al mejoramiento de la formación académico profesional de los estudiantes, fortaleciendo una evaluación centrada en el aprendizaje y en el estudiante, definida como una auto-coevaluación, que considere a los procesos antes señalados24.

Algunas alternativas para evaluar el proceso enseñanza-aprendizaje:

Después de todo lo mencionado, se reconoce la necesidad de proporcionar alternativas que permitan a los docentes llevar a cabo este proceso en sus contextos reales. Desde aquí, la observación sistemática en varias aulas de España y Finlandia, permitió establecer un total de cinco estrategias o dimensiones diferentes para medir la formación y la enseñanza práctica que efectúan los docentes en ambos países. Estas dimensiones son las estrategias metodológicas, de planificación, educativas, tecnológicas y de evaluación25.

Es importante, por lo tanto, actuar no sólo en el plano de la política curricular, organizativa y estructural; sino sobre todo proporcionar experiencias referentes a las formas de evaluar para ir logrando cambios profundos. Una forma es mediante el fomento de acciones formativas y apoyo a la innovación en el campo evaluativo14.

A modo de orientación, la Tabla 1 muestra una diversidad de técnicas evaluativas y sus utilidades24. Estas alternativas deben considerar y poner en el centro la necesidad de diferenciación de la enseñanza según las características y condiciones de cada alumno/a, lo que el docente debe conocer y analizar en profundidad; ya que para que disminuya la variación de los resultados, los maestros deben aumentar la variación de su enseñanza15.

Tabla 1. Diversidad de técnicas evaluativas y sus utilidades.
Técnica Rol Momento Tipo de contenidos
Pruebas escritas Diagnóstico Inicio
Proceso
Declarativo Procedimental
Interrogaciones Formativo Proceso Declarativo
Disertaciones y ensayos Formativo Sumativo Proceso Declarativo Procedimental
Mapas conceptuales Formativo Proceso Declarativo Procedimental
Portafolios Formativo Proceso Declarativo Procedimental actitudinal
Autoevaluación Formativo Sumativo Proceso final Actitudinal Declarativo Procedimental
Coevaluación Formativo Sumativo Proceso final Actitudinal
Heteroevaluación
(alumno-docente)
Formativo Proceso Final Actitudinal
Pruebas situacionales Formativo Sumativo Proceso final Declarativo Procedimental Actitudinal
Registro anecdótico Formativo Sumativo Proceso Actitudinal
Fuente: Elaboración propia, basado en Ahumada P. (2005)24 .

CONSIDERACIONES FINALES

En relación a la revisión de literatura presentada a través de este artículo, se puede concluir que es de importancia relevante centrar el proceso de enseñanza-aprendizaje en las/os estudiantes; considerando, entre otros aspectos, el clima emocional del contexto universitario y la forma en que se efectúan las clases. A su vez, el proceso de evaluación formativa es de suma trascendencia, pudiendo a través de ella mejorar las prácticas y obtener los resultados que hoy en día requiere y demanda la sociedad de sus profesionales y técnicos.

Para lo anterior, existen diversas estrategias que dependerán del enfoque por el cual el docente mira y actúa, sin olvidar las herramientas de su propia experiencia y de la de sus educandos; apropiándose a su vez, de una gama de opciones que puedan ser aplicables a diferentes contextos y diferentes estudiantes, ya que los esfuerzos deben ir orientados a que egresen con éxito de las aulas universitarias, listos y preparados para el ejercicio profesional con los más altos estándares éticos, técnicos y personales. Por lo tanto, el educador debe intervenir con el máximo de rigurosidad y compromiso, debiendo las casas de estudios regular que esto se lleve a efecto.

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Artículo recibido el 12/12/17, Aceptado el 04/06/18.

Dirección del autor:
Viviana Blanco C.
Avenida Juan Bosco s/n 3° Piso,
Servicio de Psiquiatría,
Hospital Regional de Concepción,
Concepción, Chile
E-mail: vblanco@udec.cl

* Departamento de Psiquiatría y Salud Mental, Facultad de Medicina, Universidad de Concepción, Concepción, Chile.

a. Trabajadora Social, Magíster en Trabajo Social y Políticas Sociales, Estudiante Doctorado en Salud Mental,
Doctorando en Salud Mental, Magíster en Salud Reproductiva.